Perseo, hijo de Zeus, fue el héroe mitológico que fundó Micenas, ciudad griega situada en la región de Argólide, al nordeste del Peloponeso. La leyenda cuenta que Perseo realizó otras fabulosas hazañas en oriente, donde liberó a la princesa Andrómeda de ser devorada por un monstruo marino, y en el extremo occidente, donde mató a la terrible gorgona llamada Medusa.
La más antigua referencia a Perseo se encuentra en unos versos del Canto XIV de la Ilíada, en los cuales Homero nos presenta al héroe como hijo de Zeus y Dánae y como “el más ilustre de los hombres”. En la Teogonía, el poeta Hesíodo menciona la victoria de Perseo sobre la gorgona Medusa. Aunque estos textos fueron escritos entre los siglos VIII y VII a C, deben de proceder de una larga tradición oral iniciada en la Edad de Bronce, cuando Micenas era la ciudad más rica y poderosa de Grecia.
PERSEO, REY DE MICENAS
De acuerdo con la tradición griega, Perseo había reinado en Micenas cuatro generaciones antes que Agamenón, el monarca que combatió en la guerra de Troya. La arqueología ha revelado que Troya fue atacada e incendiada alrededor de 1200 a C, de modo que Perseo tendría que haber sido rey de Micenas a finales del siglo XIV a C, si realmente fue un personaje histórico. Aunque los datos arqueológicos también indican que Micenas existía desde una época más antigua, es interesante comprobar que las murallas de Micenas empezaron a construirse en 1325 a C, una fecha que encaja muy bien con esa cronología, y que Micenas y Argólide se convirtieron entonces en el centro de una gran red comercial que se extendía por las costas del Mediterráneo oriental y que llegaba incluso hasta la isla de Cerdeña en occidente.
Así pues, el histórico rey Perseo no habría sido el verdadero fundador de Micenas, pero sí podría haber sido el soberano que inició el periodo de mayor prosperidad en esta ciudad, la cual se convirtió en la más importante de Grecia.
Cuenta la leyenda que las murallas de Micenas fueron construidas por los fabulosos cíclopes, gigantes de un solo ojo que procedían de Creta, Licia y Tracia. Es posible que los griegos micénicos hubiesen empleado a obreros extranjeros en la construcción de estas grandes murallas, dando así origen al mito de los cíclopes.
De acuerdo con los estudios de la arqueóloga Elizabeth French, la fortificación de Micenas se realizó en tres fases, datadas en 1325 a C, 1250 a C y 1230 a C. Se introdujeron entonces algunas técnicas constructivas que resultaban novedosas, las cuales podían proceder de Creta, isla que estaba bajo el dominio de los griegos. Los legendarios “cíclopes” de Creta podrían haber trabajado, por tanto, en el primer tramo de las murallas micénicas.
Se documenta en algunas tablillas hititas que, durante el siglo XIII a C, hubo una revuelta de los licios, pueblo asentado en el suroeste de Anatolia, contra el imperio hitita, y que una vez que los hititas sofocaron esta rebelión, muchos licios cruzaron el mar Egeo para refugiarse en la tierra de los aqueos o micénicos, quienes habían sido sus aliados. Tal vez estos licios establecidos en Grecia se encargasen de levantar el segundo tramo de las murallas ciclópeas de Micenas, datado en 1250 a C, y por ello se les puede identificar a su vez con los míticos “cíclopes” procedentes de Licia.
Otros datos arqueológicos apuntan a que, a finales del siglo XIII a C, unos inmigrantes de origen tracio se asentaron en algunas regiones de Grecia (incluida la Argólide). Aparece entonces un tipo de cerámica bastante tosca, realizada a mano, cuyo origen suele identificarse con el área de los Balcanes, y también se introducen nuevos tipos de armas que procedían de las misma zona. De este modo, los “cíclopes” llegados desde Tracia podrían haber sido estos nuevos inmigrantes, los cuales habrían trabajado en la tercera y última fase de las fortificaciones micénicas alrededor de 1230 a C. En tales fechas, el rey de Micenas ya no podría ser Perseo, pero quizás gobernase su nieto Euristeo o bien su sucesor, el rey Atreo (padre de Agamenón).
Los cretenses y los tracios eran buenos metalúrgicos y, según la leyenda, los cíclopes servían a Hefesto o Vulcano, dios del fuego y de la metalurgia. De hecho, se ha supuesto que estos gigantes de un solo ojo representan a los antiguos metalúrgicos, los cuales se taparían el otro ojo con un parche para poder protegerlo de las chispas que saltaban del yunque. Una de las regiones del Egeo que solía relacionarse con el dios Hefesto era Licia, precisamente, ya que era una tierra volcánica. Pero la tradición mítica también situaba a los cíclopes en la isla de Vulcano, próxima a Sicilia, donde el héroe Ulises encontró al cíclope Polifemo.
PERSEO EN ORIENTE
La madre de Perseo fue la princesa Dánae, hija del rey Acrisio de Argos. Acrisio descendía a su vez de Dánao, un mítico personaje que se había refugiado en la Argólide en una época que puede datarse en el siglo XVI a C. Por ello los argivos y micénicos también reciben el nombre de dánaos en los versos de Homero y Virgilio.
El trasfondo histórico de este mito ha sido tratado en otro artículo de este mismo blog, titulado “Los hicsos y la leyenda de Dánao”. Los hicsos fueron unos invasores asiáticos, procedentes de las regiones de Siria y Cilicia, que conquistaron el norte de Egipto y lo gobernaron durante unos 100 años, hasta que los egipcios consiguieron expulsarlos a mediados del siglo XVI a C. Como habían establecido una red de relaciones comerciales en el Mediterráneo oriental, la cual incluía seguramente las islas y costas del mar Egeo, es posible que una familia noble de los hicsos hubiera buscado refugio en la región griega de Argólide, tras huir de Egipto, y se emparentase con la familia real argiva por medio de algún casamiento, el cual habría dado origen a una dinastía de reyes “dánaos” que llegaría hasta el propio Perseo, nacido unos 200 años después. La raíz del nombre de Dánao no es griega, ya que su origen es asiático o semítico y por ello la podemos encontrar también en el nombre del rey asirio Assur-Dan, que significa “juez de Assur”. Se documenta además una tierra de Danuna y una antigua tribu de los danunim en Cilicia, región del sureste de Asia Menor que se encontraba junto a Siria, justamente en los territorios de origen de los hicsos.
Aquellos antiguos lazos de los griegos micénicos con el Próximo Oriente debieron de propiciar que ellos también estableciesen contactos comerciales con los pueblos costeros de Anatolia, Chipre y el Levante, donde la cerámica micénica llegó a ser muy apreciada. En cierta versión de la leyenda de Perseo, este héroe no sólo habría fundado Micenas, sino también la ciudad de Tarso en Cilicia, y resulta que este puerto asiático era visitado con frecuencia por los griegos micénicos, quienes llegaron a establecerse en Tarso a principios del siglo XII a C. Al igual que ocurre con Micenas, Perseo no pudo haber fundado Tarso, ya que la ciudad existía desde tiempos más antiguos, pero sí que hubo una importante relación entre Cilicia y la región griega de Argólide.
Ahora bien, el episodio más conocido que conecta la leyenda de Perseo con el Próximo Oriente es la proeza que el héroe griego habría realizado en el antiguo puerto de Yope, el cual se corresponde con la actual Jaffa, en la costa de Israel. Perseo liberó a Andrómeda de ser devorada por un monstruo marino y después se casó con ella, de modo que esta princesa se convirtió en la reina de Micenas.
Yope también era una ciudad muy antigua, ya que los datos arqueológicos sitúan su origen en torno a 2000 a C, y se sabe que poseía una muralla en la época de los hicsos. La ciudad aparece en la documentación egipcia desde el siglo XV a C, con el nombre de Yapu. En la Edad de Bronce sus habitantes no eran los israelitas, sino que pertenecían a otro grupo de cananeos que fueron conocidos en las leyendas griegas como los cefenos. El padre de la princesa Andrómeda era el rey Cefeo, cuyo nombre está claramente relacionado con el de este pueblo, y su madre era la reina Casiopea. Ahora bien, la tradición helénica también recuerda a otro personaje más antiguo llamado Cefeo, el cual era hermano de Dánao, el héroe que representaba a los hicsos en la mitología griega y que fue el ilustre antepasado de Perseo.
Se puede deducir, por tanto, que la ciudad de Yope había sido un puerto asiático dominado por los hicsos entre los siglos XVII y XVI a C, y que en el siglo XIV a C fue otra importante escala en las rutas comerciales de los navegantes micénicos. No sería extraño que un rey de Micenas como Perseo tomase como esposa a una princesa de Yope para afianzar esas relaciones comerciales en oriente, de modo que la legendaria unión entre Perseo y Andrómeda podría tener una cierta base histórica, aunque el nombre atribuido a esta princesa no sea cananeo sino griego.
Otro dato interesante que relaciona al puerto de Yope o Jaffa con los hicsos es que la tribu israelita asentada en la zona de Jaffa durante la Edad de Hierro fue conocida como la tribu de Dan, quizás por haber asimilado a una parte de aquel antiguo pueblo cananeo de los cefenos, que a su vez mantenía un parentesco étnico con los invasores hicsos procedentes de la región cilicia de Danuna. También se sabe, sin embargo, que a principios del siglo XII a C las costas de Palestina fueron nuevamente invadidas por los llamados Pueblos del Mar, llegados desde Anatolia y el Egeo, entre los cuales se encontraban los peleset o filisteos y los llamados denyen, quienes seguramente constituían una nueva oleada de inmigrantes cilicios que tal vez acabaron mezclándose con los hebreos para formar la tribu israelita de Dan.
Así pues, las relaciones históricas entre la región griega de Argólide, la tierra de Cilicia y la zona de Yope o Jaffa parecen haber sido múltiples y complejas, pero están bien representadas en el mito helénico de Perseo.
PERSEO EN OCCIDENTE
Otra gran hazaña de Perseo, que habría sido anterior a la liberación de Andrómeda, se produjo en el lejano occidente. El poeta Hesíodo relacionó el lugar donde Perseo venció a la gorgona con el Océano, añadiendo que de la sangre de Medusa nació el caballo alado Pegaso y el gigante Crisaor, primer rey de Iberia.
No obstante, el historiador Diodoro Sículo afirmaba que las gorgonas eran unas agresivas mujeres libias cuya reina se llamaba Medusa. Hay que tener en cuenta que los griegos llamaban Libia a todas las tierras norteafricanas que se extendían al oeste de Egipto, pero no es probable que los micénicos hubiesen explorado en el siglo XIV a C las costas que hoy pertenecen a Argelia y Marruecos, por estar situadas demasiado al oeste. Tampoco debieron de navegar hasta la Península Ibérica, aunque se hayan encontrado en Andalucía algunos restos de cerámica micénica, la cual pudo haber llegado de forma indirecta, a través de una cadena de contactos comerciales.
Sí se sabe, en cambio, que los navegantes cretenses y micénicos visitaban el sur de Italia y Sicilia desde el siglo XVI a C, y que desde la segunda mitad del siglo XIV a C (la época en la que pudo vivir Perseo) también viajaban hasta Cerdeña en sus periplos comerciales. En Sicilia y en Cerdeña se desarrollaron unas culturas prehistóricas bastante parecidas a las que florecieron en la Península Ibérica y es factible, incluso, que los más antiguos habitantes de estas islas tuviesen un parentesco étnico con la primitiva población ibérica. La cultura megalítica occidental no sólo se había desarrollado en nuestra península, sino también en el noroeste de África, en Sicilia y en Cerdeña; y durante la Edad de Bronce se seguían manteniendo los contactos comerciales y culturales entre todas esas regiones del Mediterráneo occidental.
Así y todo, es posible que la versión del mito recogida por Diodoro Sículo fuese más antigua que la de Hesíodo, aunque se hubiera escrito en fechas más recientes. Quizás la leyenda original situaba la proeza del héroe Perseo en las costas norteafricanas próximas a Sicilia y Cerdeña, un territorio que para los griegos micénicos se encontraba en el extremo occidental del mundo conocido. Pero cuando Hesíodo escribió su Teogonía, a principios del siglo VII a C, el lejano occidente se localizaba en las costas del Océano Atlántico, y por ello pudo haberse trasladado hasta allí el escenario de la fabulosa hazaña.
La palabra gorgona significa “horrible”, y se contaba que el rostro de esta criatura era realmente espantoso porque con su mirada penetrante podía convertir en piedra a sus víctimas. Según la leyenda, Perseo luchó con ella sin mirarla directamente a la cara y después de vencerla, le cortó la cabeza, que guardó dentro de un zurrón porque aún conservaba su maligno poder.
Otro dato interesante que nos aporta la mitología griega es que la cabeza de Medusa acabó adornando el escudo de Atenea, quien a su vez tiene una sorprendente relación con Libia. En cierta versión del mito de Atenea, se cuenta que esta diosa había nacido en la zona del lago Tritonis, el cual se extendía por unos territorios norteafricanos que actualmente pertenecen a Túnez y Argelia. El origen de esta creencia debe de estar en la identificación que hicieron los griegos de la diosa Neit, adorada por egipcios y libios, con Atenea. Se puede suponer por tanto que las gorgonas libias, de las que hablaba Diodoro Sículo, hubieran sido unas sacerdotisas del culto norteafricano a la diosa Neit, las cuales podrían haber utilizado unas máscaras de horrible aspecto para escenificar alguno de sus ritos.
Lo que sí es seguro es que, en los siglos XIV y XIII a C, los contactos comerciales entre los pueblos del Egeo, incluyendo a los griegos micénicos, y las tribus libias que poblaban las costas situadas al oeste de Egipto fueron bastante frecuentes, de acuerdo con los datos obtenidos en el yacimiento arqueológico de la isla de Bates, situada en el área costera de Marsa Matruh. Teniendo en cuenta, además, que los micénicos navegaban hasta Sicilia y Cerdeña en esa misma época, y que Sicilia no está lejos del norte de África, es muy posible que hubiesen explorado otras tierras africanas situadas más al oeste, incluyendo la zona del lago Tritonis. De hecho la ruta más segura para alcanzar las costas occidentales de Sicilia e Italia, visitadas habitualmente por los comerciantes micénicos, pasaba por el litoral de Túnez, evitándose así la navegación por el peligroso estrecho de Mesina. Por ello también se pueden encontrar referencias a esas lejanas tierras norteafricanas en el mito de los argonautas y en el de Ulises.
En conclusión, es muy probable que la leyenda de Perseo se basara en el poderío alcanzado por los micénicos durante el siglo XIV a C, cuando este pueblo explotaba el comercio marítimo en la mayor parte del Mediterráneo, desde el litoral asiático de Siria y Canaán en el extremo oriental hasta la isla de Cerdeña en el occidental, pasando por las costas de Egipto y Libia que se extendían al sur. De este modo, las hazañas de aquellos primitivos navegantes han quedado poéticamente representadas en la heroica historia de Perseo, ya fuese éste un personaje imaginario o un auténtico rey de la época micénica.
BIBLIOGRAFÍA
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Nota: El copyright del artículo “La leyenda de Perseo” pertenece a Carlos J. Moreu. El permiso para volver a publicar esta obra en forma impresa o en Internet ha de estar garantizado por el autor.