Los textos que se editan en este blog desvelan el fundamento histórico de diversas leyendas y relatos que pueden encontrarse en las fuentes clásicas grecorromanas. Como autor que investiga estas relaciones entre la mitología y la historia, he sido colaborador de la revista HISTORIA-16 entre los años 2001 y 2007 y he publicado, hasta el momento, los siguientes libros:
"La Guerra de Troya: más allá de la leyenda". Ed. Oberón (Grupo Anaya), 2005.
"La Guerre de Troie: au-delà de la légende" (trad. al francés). Ed. Ithaque, 2008.
"Los Hijos de Breogan: historia y leyenda de los pueblos célticos". Ed. Cultivalibros, 2012.

martes, 9 de diciembre de 2014

HÉROES MÍTICOS RELACIONADOS CON LA AURORA

El ciclo legendario de la Guerra de Troya hace referencia a tres personajes relacionados con unas tierras situadas al este del Mediterráneo y con la diosa griega Eos, quien personificaba el amanecer o la aurora. Estos personajes eran el príncipe Memnón y los monarcas orientales llamados Titono y Téutamo. De acuerdo con la tradición helénica, Titono era un vasallo del gran rey Téutamo que se unió a la diosa Eos para engendrar a Memnón, el cual se convirtió en un poderoso aliado de los troyanos y pereció finalmente luchando contra Aquiles.

Como suele ocurrir con la mayoría de los mitos clásicos, estas leyendas tienen un trasfondo histórico que es posible rastrear, analizando las narraciones sobre estos tres personajes y relacionándolas con otros datos conocidos.

EL REY TITONO

Las más antiguas menciones de Titono se encuentran en la Ilíada y la Odisea, ya que el poeta Homero utilizó en ambas obras la siguiente frase para describir el amanecer: “Eos se levantó del lecho, de junto al noble Titono, para llevar la luz a los dioses y a los hombres”. Homero indicaba así que Titono había sido el amante de la diosa Eos. En el canto XX de la Ilíada se dice, además, que Titono era hermano del rey Príamo de Troya.

La tradición griega sobre el origen de Titono se completa con un pasaje del historiador Diodoro Sículo (IV, 75, 4) en el que se narra lo siguiente: “Y Titono, después de emprender una campaña contra aquellas partes de Asia que se encontraban hacia el este y de llegar hasta tan lejos como Etiopía, se unió a Eos, tal como relatan los mitos, para engendrar a Memnón, quien vino en ayuda de los troyanos y murió a manos de Aquiles.”

Así pues, el legendario Titono habría nacido en Anatolia (la actual Turquía) pero se habría establecido posteriormente en otras tierras situadas más al este, en donde nace el sol, junto a la diosa Eos. En el extremo oriental de Asia, Diodoro situó un país llamado Etiopía, a cuyos habitantes no hay que confundir con los etíopes africanos. Debe tenerse en cuenta que el término griego “etíope” significa “de rostro quemado”, y por ello no se aplicaba únicamente a los hombres de piel oscura y cabello crespo que vivían en diversas zonas de África, incluido el alto Nilo, sino también a otros hombres asiáticos de cabello lacio que se asemejaban más a los habitantes de la India. Por ello Herodoto (VII, 70) mencionó a esos etíopes de Asia, que debían de vivir cerca de la India, entre los integrantes del imperio persa durante las guerras médicas. Así pues, la Etiopía asiática a la que se refería Diodoro Sículo podría ser el actual territorio de Pakistán.

Por otra parte, Herodoto llegó a considerar de origen etíope (en VII, 90) a una parte de los habitantes de Chipre, isla situada junto a la costa meridional de Anatolia y no lejos de Siria. Es posible que Herodoto se refiriese en este pasaje a una antigua población chipriota de origen asiático, muy semejante a los sirios.

EL PRÍNCIPE MEMNÓN

Memnón, el mítico héroe que combatió contra los griegos junto a los muros de Troya, era hijo del rey Titono y de la diosa Eos de la aurora, y por ello fue descrito como un “etíope” (un hombre asiático de piel muy oscura). El historiador Herodoto (V, 53-54) indica que la ciudad de Susa, en Persia, fue denominada Memnonia en su honor.

La confusión entre los etíopes asiáticos y los etíopes africanos del alto Nilo, unida a la aparente similitud entre el nombre de Memnón y el del faraón egipcio Amenhotep III, fueron la razón por la que unas grandes estatuas de aquel antiguo faraón, de las cuales aún quedan restos, sean erróneamente denominadas “Colosos de Memnón”.

La intervención de Memnón en la Guerra de Troya había sido narrada por Arctino de Mileto, un poeta épico del siglo VII a C, en la obra titulada Etiópida, que sólo se conoce a través de un resumen de datación tardía. No obstante, el historiador Diodoro Sículo también relató el envío de una gran fuerza para ayudar a los troyanos, cuya ciudad estaba sitiada por los griegos, bajo el mando del príncipe Memnón. Así lo expresa Diodoro en su obra (II, 22): “Y Príamo, que era rey de la Tróade y un vasallo del rey de los asirios, al estar muy presionado por la guerra, envió una embajada al rey solicitando ayuda; y Téutamo envió diez mil etíopes y un número similar de hombres de Susiana además de doscientos carros, habiendo nombrado como general a Memnón, el hijo de Titono.”

Como ya sabemos, el príncipe Memnón era sobrino del rey Príamo, de acuerdo con la tradición griega. El ejército de Memnón habría estado formado por veinte mil hombres y doscientos carros. Ahora bien, en otra obra clásica titulada Dictys Cretensis (IV, 4), se cuenta que el fenicio Falanto dirigió a su vez una flota de guerra contra la isla de Rodas, aliada de los griegos, por orden de Memnón.

Memnón murió en el campo de batalla, al ser vencido por el famoso Aquiles en combate singular, pero existen varias versiones sobre el lugar en que fue enterrado. De acuerdo con la versión más difundida, Memnón fue sepultado en la misma región de la Tróade. Pero en Dictys Cretensis (VI, 10) se dice que después del traslado de sus restos mortales a las islas de Chipre y Rodas, los huesos de Memnón fueron finalmente enterrados en una desconocida localidad de Fenicia (llamada Palioquis) por la hermana de Memnón, cuyo nombre era Himera o Hemera. Por su parte, el geógrafo griego Estrabón hizo referencia en su obra (XV, 3, 2) a un poema de Simónides que se titulaba “Memnón”, en el cual se afirmaba que sus restos estaban sepultados en las cercanías de Palto y del río Badas, junto a la costa siria.

Cabe la posibilidad de que la ciudad de Palioquis, mencionada en el Dictys Cretensis, fuese la misma Palto a la que se refería Simónides, pero esta coincidencia no es segura. En cualquier caso, el hecho de que la tradición clásica llegara a situar la tierra de reposo de Memnón en la costa asiática de Siria permite suponer que éste fuera su verdadero país. Los relatos más antiguos sobre Memnón, anteriores a la época de Homero, podrían haber situado en Siria el territorio donde nace el sol, en el cual la diosa Eos habría engendrado al mítico hijo de Titono, de modo que otras versiones más recientes de la leyenda habrían trasladado el lugar de nacimiento de Memnón a una región situada más al este (como Asiria, Persia o la Etiopía asiática).

De acuerdo con otra tradición, Memnón tenía un hermano llamado Ematión, príncipe a quien mató el griego Heracles cuando este famoso héroe pasaba por Asia, después de haber realizado su undécimo trabajo.

EL REY TÉUTAMO

Ya hemos visto que Diodoro Sículo se refirió a Téutamo como “rey de los asirios” e indicó que Príamo, rey de Troya y hermano de Titono, era vasallo de Téutamo. Por su parte, Homero mencionó en el canto II de la Ilíada a otro ilustre personaje llamado Téutamo, del cual descendían los dos heroicos guerreros que comandaban a los pelasgos, una de las antiguas tribus de la Tróade que se aliaron con el rey Príamo de Troya.

Si se estudia la situación de la península de Anatolia a finales de la Edad de Bronce (el periodo histórico en que los griegos situaban la Guerra de Troya), la principal potencia en esa zona era el imperio hitita, y las fuentes hititas que se conservan han revelado que el rey de Troya o Ilión (llamada Wilusa en dichas fuentes) fue vasallo del gran rey de los hititas, y no del gran rey de los asirios. Estas fuentes históricas también indican que, a finales del siglo XIII a C, los asirios se convirtieron en unos peligrosos enemigos de los hititas y que los antiguos pobladores de Grecia, conocidos como aqueos (o ahhiyawa en la documentación hitita), eran asimismo unos declarados enemigos suyos, y por ello debieron de enfrentarse también a los troyanos.

Se puede pensar por ello que la relación de vasallaje entre el mítico rey Príamo de Troya y el gran rey Téutamo de Asiria (soberano a su vez de Titono, el hermano de Príamo, y de Memnón) es sólo una fábula, ya que no parece encajar con los verdaderos datos históricos. Sin embargo, el estudio de otras fuentes un poco más recientes nos muestra que esa antigua leyenda sí que tenía una base histórica, y que la identificación de Téutamo como un monarca asirio se debe más bien a un comprensible error de interpretación de la información manejada por los historiadores griegos.

En primer lugar, se sabe que los hititas habían establecido su capital, llamada Hattusa, en la parte central de Anatolia, pero también se sabe que este poderoso pueblo había extendido su imperio por amplias zonas de Siria, de modo que los herederos del imperio hitita fueron, a principios de la Edad de Hierro, unos cuantos reinos de Siria que los historiadores conocen como “neohititas”. Entre esos pequeños reinos o ciudades-estado del norte de Siria se encontraba el reino de Kinalua, situado en el valle del río Orontes, un reino neohitita que floreció entre los años 1100 y 740 a C, tras haber heredado la prosperidad comercial que poseyó la vecina ciudad de Alalakh, destruida a finales de la Edad de Bronce. La antigua ciudad de Kinalua (también conocida como Unqi y Patina) ha sido identificada con el yacimiento arqueológico de Tell Tayinat, en el cual se han hallado algunos textos en escritura jeroglífica neohitita. Pero lo más sorprendente de este pequeño reino de Siria es que su primer rey se llamaba Taita, un nombre que se asemeja bastante al de Titono, y su último rey se llamaba Tutammu, otro nombre cuya similitud con el de Téutamo resulta aún más evidente.

También se sabe que en el año 740 a C, el rey Tutammu juró su sumisión al poderoso rey asirio Tiglath-Pileser III, de modo que el reino neohitita de Kinalua pasó entonces a formar parte del imperio asirio. En esa misma época (mediados del siglo VIII a C) había una colonia de comerciantes griegos, llamada Posideon, en la costa donde desemboca el río Orontes. Estos colonos procedían de la región helénica de Eubea, y sin duda habían comerciado con el reino de Tutammu, de modo que ellos pudieron haber transmitido a los historiadores griegos el nombre del monarca “asirio” (originalmente neohitita) Tutammu o Téutamo, perteneciente a la misma dinastía del rey Taita o Titono que sin duda fue uno de los herederos de los grandes reyes hititas, a quienes habían tenido que rendir realmente su vasallaje los antiguos reyes de Wilusa o Troya.

Así pues, los colonos eubeos de Siria pudieron haber introducido en la tradición griega a Téutamo como un monarca oriental mitificado, a quien se identificaría de forma anacrónica con un gran rey hitita (y no asirio) de la época de la Guerra de Troya.

El mito de Titono, un noble originario de Anatolia que se traslada a Asia, encaja muy bien con la expansión del imperio hitita por el norte de Siria, región donde la cultura de los hititas pudo sobrevivir durante más de cuatro siglos hasta alcanzar los tiempos de Homero. Los neohititas fueron finalmente asimilados por otros pueblos de Asia y por ello el término “hitita” acabó cayendo en el olvido (salvo por algunas referencias que aún pueden encontrarse en los textos bíblicos del Antiguo Testamento).

CONCLUSIÓN

Los datos arqueológicos indican que la ciudad de Troya sufrió un gran incendio poco después del año 1200 a C, un hecho que seguramente corresponde a la destrucción de esta ciudad por los aqueos, es decir, por los griegos de la época micénica. Troya había sido un estado vasallo del poderoso imperio hitita, y la rivalidad entre los aqueos y los hititas por controlar las costas de Anatolia, durante el siglo XIII a C, está bien documentada en las fuentes hititas. En este contexto histórico, no es nada extraño que los hititas y sus aliados sirios hubiesen enviado un ejército y una flota para apoyar a los pueblos de la costa asiática del mar Egeo durante aquellos turbulentos años.

Éste sería el verdadero acontecimiento en el que pudo basarse el mito del príncipe “etíope” Memnón (en realidad un noble sirio), el rey Titono (un gobernante hitita de Siria), y el gran rey “asirio” Téutamo (que en realidad representa al poderoso soberano del imperio hitita). En relación con esto, se conserva una carta que fue escrita por el rey de Ugarit, una importante ciudad costera de Siria durante la Edad de Bronce, al rey de la isla de Chipre, carta que data de la misma época en que Troya fue incendiada por un ejército enemigo y en que la guerra y la devastación se extendieron por otras muchas ciudades de Asia. En esa carta el monarca sirio de Ugarit decía lo siguiente: “¿No sabes que todas mis tropas estaban situadas en el país hitita (Anatolia), y que todos mis barcos se encontraban aún en el país de Lukka (la región de Licia, en el sureste del Egeo) y que todavía no han regresado?”. Esa campaña emprendida en Anatolia por el ejército y la flota del reino sirio de Ugarit, vasallo del imperio hitita, puede ser identificada con la mítica campaña dirigida por Memnón para apoyar a su tío y aliado, el rey Príamo de Troya. De hecho la ciudad siria de Palto (la actual ‘Arab-al-Mulk), en donde el poeta Simónides localizó la tumba de Memnón, se encontraba en la misma región costera que la ciudad-estado de Ugarit, la cual fue finalmente destruida de la misma manera que la legendaria Troya.


BIBLIOGRAFÍA

-Fox, Robin L. “Héroes viajeros: Los griegos y sus mitos”, p. 133-149. Barcelona, 2009.
-Harrison, Timothy P. “The Late Bronze/Early Iron Age Transition in the North Orontes Valley”, en “Societies in Transition”, editado por Fabrizio Venturi, p. 83-102. Bolonia, 2007.
-Moreu, Carlos. “La Guerra de Troya: Más allá de la leyenda”. Madrid, 2005.
-Sandars, Nancy K. “Los Pueblos del Mar”, p. 147-149. Madrid, 2005.


Nota: El copyright del artículo “Héroes míticos relacionados con la aurora” pertenece a Carlos J. Moreu. El permiso para volver a publicar esta obra en forma impresa o en Internet ha de estar garantizado por el autor.

miércoles, 4 de junio de 2014

EL MITO DEL REY GERIÓN

El rey Gerión es un personaje de la mitología griega, directamente relacionado con la Península Ibérica, que se enfrentó al famoso Heracles en el curso de su décimo trabajo. De acuerdo con esta leyenda, Heracles tuvo que viajar hasta el suroeste de Iberia con la misión de robar a Gerión sus magníficos toros para después llevárselos a su tío, el rey Euristeo de Micenas.

EL LEJANO OCCIDENTE

La más antigua referencia a este relato se encuentra en la Teogonía de Hesíodo, que supuestamente fue escrita a principios del siglo VII a C. Hesíodo narra la hazaña de otro héroe griego más antiguo, Perseo, en el lejano occidente. De la sangre de la gorgona Medusa, muerta a manos de Perseo, nacieron el caballo alado Pegaso y el gigante Crisaor, primer rey de Iberia. A continuación nos cuenta el poeta Hesíodo: “Crisaor engendró al tricéfalo Gerión al unirse con Calirroe, hija del ilustre Océano, y a éste lo mató el fornido Heracles por sus toros de andar basculante en Eritia, rodeada de corrientes”. De acuerdo con el geógrafo Estrabón, Eritia era la isla donde los fenicios fundaron la ciudad de Gadira o Cádiz.

Alrededor de 600 a C, un autor griego de Sicilia llamado Estesícoro de Himera compuso el poema titulado Geryoneida, del cual se conservan varios fragmentos recogidos por otros autores. En uno de estos fragmentos, que se encuentra en la obra de Estrabón (III, 2, 11), se dice que Gerión había nacido “casi frente a la ilustre Eritia, junto a las fuentes inagotables de argéntea raíz del río Tartessos”. Además de aclararnos que Eritia era la isla de Gadira, Estrabón nos dice que el río Tartessos era el Betis, es decir, el actual río Guadalquivir. Se sabe que este río tenía antiguamente tres desembocaduras y la más oriental se encontraba bastante cerca de la isla de Gadira. A Gerión se le consideró el más antiguo rey de Tartessos, un país que se extendía por el valle de este río y que floreció entre los siglos X y VI a C. Por ello se suele interpretar que las tres cabezas del monstruoso rey Gerión (así como sus tres cuerpos) representaban esas tres desembocaduras fluviales.

El poeta Homero, quien seguramente compuso su obra un poco antes que Hesíodo, no mencionó a Gerión ni a Tartessos. No obstante, en la Ilíada se describe el Tártaro como una zona subterránea muy profunda del Hades (o del mundo de los muertos) con puertas de hierro y umbral de bronce, y el acceso al Hades estaría localizado, según Homero, en la costa del Océano que se extiende al oeste del Mediterráneo. En su Geografía (III, 2, 12), Estrabón dedujo de estas descripciones que “se podría imaginar que Homero oyera hablar de Tartessos e identificara desde entonces su nombre con el del Tártaro”. Ciertamente, la raíz lingüística de ambos nombres debe de significar “fortaleza”, y Tartessos fue descrita por algunos autores griegos como una ciudad fortificada situada junto al río homónimo, así como el Tártaro era la fortaleza del dios Hades.

Se pueden señalar otras interesantes conexiones entre el mito de Gerión y el mundo ultraterreno que los autores griegos situaban en el lejano occidente, por ser ésta la zona donde ellos veían ocultarse el sol al final del día. De acuerdo con la leyenda de Gerión, sus toros pastaban junto a los rebaños de Hades. Este dios tenía un perro de tres cabezas llamado Cerbero, y también el rey Gerión era tricéfalo. Asimismo los toros de Gerión estaban custodiados por un perro llamado Orto, el cual murió a manos de Heracles y era descrito a veces como un animal de dos cabezas, parecido a Cerbero.

Por otra parte, el nombre de la hija de Gerión es Eritia, el mismo que los griegos daban a la isla de Gadira y a una de las míticas Hespérides, tres ninfas o islas relacionadas con Hesperos, denominación griega para el lucero de la tarde. El significado de Eritia es “roja”, quizás conectado con el color del crepúsculo. No obstante, la ubicación original de las míticas islas de las Hespérides era el lago Tritonis, que en la antigüedad se extendía por los territorios de Túnez y Argelia. A medida que los griegos exploraban regiones que se situaban más al oeste, iban trasladando sus leyendas sobre el mundo ultraterreno, plagado de seres fabulosos, hasta esas nuevas tierras; y por eso encontramos el mismo nombre de la isla Eritia en el noroeste de África y en el suroeste de la Península Ibérica. También el mito griego de las gorgonas, monstruos de rostro aterrador, fue situado en ambas regiones.

Así y todo, es bastante sorprendente que Hesíodo y Estesícoro se refiriesen a Gerión como un rey ibérico y que un autor más tardío, llamado Hecateo de Mileto, localizase el décimo trabajo de Heracles en el oeste de Grecia. Hecateo vivió alrededor de 500 a C y, según su relato, Gerión criaba los famosos toros en la región helénica de Epiro, pero esta zona resulta ser la primera en donde los griegos debieron de localizar la entrada al mundo de los muertos, antes de que comenzaran a navegar hacia occidente. Por ello uno de los ríos del Epiro, el Aqueronte, tenía el mismo nombre que se le daba a un río de las infernales tierras de Hades.

LOS RODIOS Y LOS FENICIOS

Las fuentes clásicas nos indican que en el siglo VIII a C la leyenda de Heracles y Gerión ya debía de estar configurada y era conocida entre los griegos. No obstante, los primeros contactos directos entre los navegantes helénicos y los tartesios que poblaban el suroeste de Iberia se produjeron 100 años después. Los griegos de Sición obtuvieron bronce tartésico alrededor de 650 a C, y hacia el año 630 a C se depositaron unos peines de marfil procedentes de Tartessos en un templo de la isla de Samos dedicado a Hera, lo cual ha de estar relacionado con el viaje que realizó Coleo de Samos hasta Tartessos, relatado por el historiador Herodoto.

Ahora bien, en la primera versión del décimo trabajo de Heracles, escrita por Hesíodo, el enfrentamiento con Gerión se produjo en Eritia, y no en Tartessos. Puesto que la isla Eritia fue el emplazamiento donde los fenicios fundaron la ciudad de Gadira o Cádiz (hecho que se produjo alrededor de 800 a C, según los datos arqueológicos) es muy posible que el relato sobre la mítica hazaña de Heracles en el suroeste ibérico sea un trasunto de una leyenda fenicia más antigua, relacionada con la ocupación de esa isla por los fenicios y con la construcción de un templo dedicado a su dios Melkart, protector de los navegantes.

En efecto, el dios Melkart que se adoraba originalmente en la ciudad fenicia de Tiro fue identificado por los griegos con Heracles, y por ello el templo gaditano de Melkart acabó convirtiéndose en un templo de Hércules tras la conquista romana de Iberia. Este templo estuvo situado en el islote de Sancti Petri, próximo a las actuales localidades de San Fernando y Chiclana. Las fuentes griegas también denominan templos de Heracles a los santuarios de Melkart en Tiro y en la isla de Tasos, localizada al norte del mar Egeo.

Es muy probable que este sincretismo religioso entre el semidios griego y el dios fenicio tuviese sus raíces en las estrechas relaciones que debieron de establecer los fenicios y los rodios desde el siglo X a C. De acuerdo con la tradición griega, la tribu helénica de los dorios creía descender de Heracles a través de su hijo Hilo, y se sabe que los dorios se asentaron en la isla de Rodas, situada al sureste del Egeo, alrededor de 1100 a C. Otra antigua tradición, atribuida al historiador Ergias de Rodas, recordaba a Ificlo, gobernante dorio de esta isla, y al fenicio Falanto que regía la ciudad rodia de Yalisos, donde se decía que los fenicios habían construido un templo dedicado a la diosa Astarté.

Ciertamente la isla de Rodas fue una importante escala en la ruta comercial marítima desde Fenicia hacia Occidente, y por ello tuvo que existir realmente una colonia fenicia en esta isla, aunque la investigación arqueológica aún no lo haya confirmado plenamente. Otro puerto de gran importancia en esa ruta de navegación fue Kition, situado en la isla de Chipre, y la presencia fenicia en Kition desde mediados del siglo IX a C sí que es segura. De acuerdo con las fuentes griegas, los fenicios también habrían fundado una factoría comercial en la isla de Tera, la cual había sido igualmente ocupada por los dorios.

Otro dato interesante es que en los textos bíblicos del Antiguo Testamento se menciona a los griegos asentados en Chipre, Anatolia y Rodas durante los siglos VIII y VII a C, los cuales debieron de ser conocidos por los hebreos a través de los navegantes fenicios. Los griegos de Rodas son llamados rodanim en estos textos.

Así como los fenicios iniciaron su gran expansión colonial hacia occidente en el siglo IX a C, época en la que ya visitaban la isla de Cerdeña, se conoce la asidua presencia de los navegantes rodios en el sur de Italia desde finales de la Edad de Bronce. En Scoglio del Tonno, un yacimiento arqueológico del golfo de Tarento, se ha encontrado cerámica micénica y protogeométrica fabricada en Rodas.

Se decía, por otra parte, que los rodios habían sido la principal potencia marítima griega durante la segunda mitad del siglo X a C. El geógrafo Estrabón señaló que los rodios navegaban hasta tierras lejanas mucho antes de la fecha de la Primera Olimpíada (es decir, antes de 776 a C) y que fundaron entonces algunas factorías comerciales en el golfo de Tarento y en el golfo de Nápoles. También indicó Estrabón que los rodios fueron los primeros en llegar a las islas Baleares, llamadas Gimnesias por los griegos, y hasta un enclave del nordeste de Iberia que llamaron Rhode (la actual Roses en la costa catalana). El nombre del río Ródano, situado en el sureste de Francia, podría estar asimismo relacionado con los rodios. Estas antiguas exploraciones del Mediterráneo occidental por los rodios explicarían el nombre de Ofiusa que, de acuerdo con la Ora Marítima de Avieno, fue una de las primeras denominaciones que los griegos aplicaron a la Península Ibérica. Según Estrabón, Rodas también fue conocida como Ofiusa, o isla de las serpientes, y una de las Baleares (la isla Formentera) fue igualmente denominada Ofiusa.

Respecto a los datos arqueológicos, la influencia rodia en occidente podría rastrearse en la decoración geométrica de las vasijas tartésicas del siglo IX a C (como las que se hallaron junto al Tesoro de Carambolo), un estilo de decoración que para algunos investigadores está inspirado en la cerámica helénica de Rodas y Chipre. Tal influencia cultural podría haberse transmitido desde el sur de Italia hasta el suroeste de Iberia a través del comercio marítimo desarrollado en el Mediterráneo occidental entre tartesios, fenicios y rodios, poco antes de la fundación de Gadira.

En conclusión, el mito de Heracles y Gerión debió de tener su origen entre los rodios, un pueblo helénico de estirpe doria que creía descender del mismo Heracles y que había iniciado la exploración del lejano occidente en la misma época en que lo hicieron los fenicios, con quienes los rodios debieron de mantener unas estrechas relaciones. Por ello la conquista de la isla Eritia, donde se fundó Cádiz, llegó a ser asimismo atribuida a Heracles, el gran héroe que fue identificado con el dios fenicio Melkart. Más tarde, cuando los griegos empezaron a visitar asiduamente a los tartesios (desde finales del siglo VII a C), el mito de Heracles y Gerión se relacionó más directamente con el reino de Tartessos, tal como fue narrado por Estesícoro de Himera.

Por otra parte, la denominación de Columnas de Heracles que los griegos dieron al estrecho de Gibraltar también está relacionada con esta leyenda, ya que Heracles habría erigido dos columnas, una a cada lado del estrecho, cuando se dirigía hacia el reino de Gerión, e igualmente se puede constatar que los fenicios fundaron sus colonias occidentales en las regiones del sur de Iberia y del noroeste de África. Estas legendarias columnas solían identificarse con los dos promontorios que forman el estrecho de Gibraltar, pero según cuenta Estrabón (III, 5, 5), otros las relacionaron con unas auténticas columnas de bronce que se encontraban en el templo de Heracles en Gadira, es decir, en el templo fenicio de Melkart.

De nuevo se puede comprobar que el trasfondo histórico del mito griego sobre el décimo trabajo de Heracles entremezcla las hazañas realizadas por los fenicios y por los griegos en occidente, y esta fusión de leyendas debió de ser elaborada originalmente por los rodios.

EL NOMBRE DE GERIÓN

La etimología de Gerión, nombre del mítico rey ibérico vencido por Heracles, es la misma que la del término griego geryos, que significa “voz” o “sonido”. Ahora bien, otra versión de este antropónimo que puede encontrarse en las fuentes griegas es Geriones, muy similar al término geranos cuyo significado es “grulla”. Las grullas emiten un sonido estridente que se puede oír a una distancia de dos kilómetros, y una de las zonas geográficas donde viven estas aves es justamente el bajo Guadalquivir, por donde actualmente se extiende el Parque Nacional de Doñana. Los antiguos griegos conocían a estas aves chillonas y por ello fueron mencionadas en la Ilíada de Homero, como se puede comprobar en este texto del canto III: “Los troyanos avanzaban chillando y gritando como aves, pues así profieren sus voces las grullas en el cielo”.

En un estudio titulado “Topónimos griegos en Iberia y Tartessos”, Francisco R. Adrados ya relacionó el nombre de Gerión con el “grito aterrador” de un monstruo alado, ya que en un antiguo comentario a la Teogonía de Hesíodo se dijo que Gerión no sólo poseía tres cuerpos, sino que también tenía alas, y así se le representó gráficamente en algunas vasijas griegas. Aristófanes llegó a mencionar las plumas de Gerión en su obra Acarnienses.

En base a estas consideraciones, se puede relacionar al legendario rey Gerión con un dios que fue adorado por los galos durante la época romana y cuyo nombre era Tarvos Trigaranus, el cual significa “toro con tres grullas”. En efecto, el término celta garanus se corresponde con el griego geranos y con el inglés crane, y todos ellos significan “grulla”, ya que proceden de la misma raíz indoeuropea. Fue a principios del siglo XVIII cuando se realizaron unas excavaciones bajo la catedral de Nôtre-Dame en París y se hallaron los fragmentos de un pilar del siglo I dedicado a varios dioses romanos y galos. En ese “Pilar de los Nautas”, que así fue denominado, se encuentra la representación de un toro sobre cuyo lomo y cabeza se pueden ver tres grullas, y también se puede leer la inscripción “Tarvos Trigaranus” en lengua celta. Si se relaciona esta imagen con los tres cuerpos y tres cabezas de Gerión (que representarían las tres desembocaduras del Guadalquivir) y con sus legendarios toros, robados por Heracles, se puede deducir que, durante la dominación romana de la Galia, sus habitantes podrían haber adoptado el culto a aquel mítico rey de occidente, que los romanos habían recibido a su vez de los griegos. También se conocen esculturas galas que representan toros con tres cuernos, otra posible alusión a los toros de Gerión. Hay que tener en cuenta, por otra parte, que al regresar a Grecia con los toros, Heracles pasó por el sureste de la Galia y, de acuerdo con la leyenda clásica, engendró al antepasado de los galos con una princesa celta llamada Gálata.

En la obra latina Origo Gentis Romanae hay un fragmento atribuido a Casio Hémina en que el propio Heracles o Hércules es llamado Trecaranus. En este texto se cuenta que, a su paso por Italia camino de Grecia, los toros de Trecaranus (es decir, los toros de Heracles que antes habían pertenecido a Gerión) le son robados al héroe griego por un personaje llamado Caco, quien finalmente se ve obligado a devolvérselos. Hay otros paralelismos interesantes, ya que Caco suele aparecer en las leyendas grecorromanas como un gigante que vivía en Italia y que, al igual que el rey Gerión, murió a manos de Heracles. Algunos autores también describieron a Caco como un gigante de tres cabezas.

Verrio Flacco, otro autor latino que fue citado por Servio (en sus comentarios sobre la Eneida), dio su propia versión sobre este mito, al relatar que un fornido pastor llamado Garanus viajó desde Grecia hasta Italia y allí mató al terrible Caco. Al igual que el personaje llamado Trecaranus, antes citado, Garanus debe de ser el propio Heracles, a quien se le había dado un nombre o apodo semejante a Gerión por el hecho de haberle sucedido en la posesión de sus famosos toros.

Cabe referirse, por último, a otro legendario rey ibérico de Tartessos cuya historia había sido relatada por el romano Trogo Pompeyo y posteriormente fue recopilada por Justino. Se trata del rey Gárgoris, cuyo nombre procede de la misma raíz lingüística que se encuentra en el nombre de las monstruosas gorgonas. Esta raíz garg significa “horrible”, pero se puede observar que tiene un origen onomatopéyico relacionado con el rugido de las fieras salvajes, o bien con el de unos monstruos imaginarios. El nombre de Gárgoris también parece relacionarse, por tanto, con el de Gerión y con el estridente chillido de las grullas, que podría confundirse desde la lejanía con el de un horrible monstruo. Conviene recordar, además, que Gerión descendía de la terrible gorgona Medusa a través de su hijo Crisaor.

Todas estas denominaciones parecen hablarnos del temor supersticioso que habrían sentido los griegos al adentrarse en las regiones occidentales situadas más allá del Mediterráneo, donde ellos localizaron la entrada a los dominios infernales de Hades, y que finalmente fueron capaces de superar. Éste es el significado, en definitiva, del heroico enfrentamiento entre el mítico Heracles y el monstruoso rey Gerión.


Nota: El copyright del artículo “El mito del rey Gerión” pertenece a Carlos J. Moreu. El permiso para volver a publicar esta obra en forma impresa o en Internet ha de estar garantizado por el autor.

lunes, 3 de marzo de 2014

LOS DIOSES URANO Y GEA

Como es bien sabido, los principales dioses de la mitología griega son los llamados Olímpicos, un grupo de seis dioses y seis diosas cuya autoridad suprema está representada por el poderoso Zeus. El culto a Zeus fue introducido en Grecia por las tribus helénicas de origen indoeuropeo y por ello no es anterior a la Edad de Bronce. En las tablillas micénicas del siglo XIII a C se documentan algunas referencias al dios Zeus bajo el nombre de Diwo, pues ambas denominaciones son variantes de un mismo vocablo indoeuropeo del que también derivan el término griego teos, el latín deus y el castellano “dios”.

Ahora bien, las leyendas griegas registran otros dioses más antiguos conocidos como los Titanes, entre los cuales se encontraba Crono (padre y antecesor de Zeus), y cuentan que después de una terrible guerra entre los Olímpicos y los Titanes, Crono perdió su poder supremo en Grecia y fue sustituido por Zeus. Este mito parece simbolizar la ocupación de Grecia por los helenos, llegados desde los Balcanes entre 2300 y 1800 a C, y el consiguiente cambio de culto religioso impuesto por estos invasores indoeuropeos. De acuerdo con la leyenda griega, Crono y los demás Titanes fueron expulsados de Grecia, tras haber sido vencidos, de modo que el viejo Crono se trasladó a otras tierras situadas más al oeste, en las costas del Mediterráneo central.

Los Titanes habían sido engendrados a su vez por Gea, diosa de la tierra, y por Urano, dios del cielo. Si nos centramos ahora en estas dos deidades primordiales de la mitología griega, de cuya unión descenderían todos los demás dioses venerados en Grecia, podemos retroceder hasta el periodo Neolítico, época en que se extendió el culto a una diosa madre que personificaba a la tierra. Este culto estaría representado en Grecia por Gea, cuyo papel en la sociedad agrícola del Neolítico tendría que ser más importante que el de Urano, debido al carácter matriarcal de esta sociedad.

Hay que tener en cuenta, por otro lado, que la cultura neolítica se había difundido hasta Grecia desde el Próximo Oriente durante el VII milenio a C. En aquella época los pobladores de Grecia no eran todavía los helenos, de origen indoeuropeo, sino los llamados pelasgos, un pueblo autóctono del Mediterráneo oriental. Fueron estos pobladores prehelénicos los que debieron de adoptar originalmente el culto a la madre tierra, bajo el nombre de Gea, y al dios celeste Urano, ya que se puede comprobar que estas divinidades son las versiones occidentales de otras dos deidades mesopotámicas, llamadas Ki y Anu.

En efecto, Ki era la diosa sumeria de la tierra que se unía a su hermano, el dios del cielo, al que los sumerios llamaban An y los acadios Anu. La semejanza entre los nombres de Ki y Gea es evidente, pero también se puede comprobar que el nombre de Urano (en griego Ouranos) está compuesto por los términos ouros (montaña) y anax (señor), por lo que su etimología es “señor de la montaña”, y es cierto que la montaña es un lugar desde el que se puede dominar el cielo.

El dios oriental Anu también aparece en el panteón de los hititas, pueblo que dominó la península de Anatolia en el II milenio a C. En la mitología hitita, Anu fue castrado por su hijo Kumarbi, y en la mitología griega se cuenta análogamente que Urano fue castrado por su hijo Crono, el mismo dios al que Zeus desterraría de Grecia en la tercera generación de grandes dioses.

También en Anatolia (la actual Turquía) se puede encontrar una huella de la diosa Ki, la versión oriental y más antigua de Gea. La región de Cilicia, que se localiza al sureste de Anatolia, fue conocida por los asirios como el país de Que, término semejante a Ki y Gea que debe de significar justamente “tierra”. El nombre dado por los griegos a esa región era Kilykia, del que procede el término Cilicia, pero resulta que los griegos emparentaban étnicamente a sus habitantes con los licios de la región de Lykia, otro territorio del sur de Anatolia bañado por el mar Egeo. Se puede comprobar, por tanto, que el nombre de Kilykia está compuesto por los términos Ki y Lykia y se traduce entonces como “tierra licia” o “tierra de los licios”. La denominación aplicada por los asirios a esta misma región, Que, no es más que el primer término de la denominación griega, la cual deriva directamente del antiguo nombre de la diosa neolítica de la tierra.

En conclusión, los dioses griegos Urano y Gea son bastante semejantes a los dioses mesopotámicos Anu y Ki, cuyo culto debió de haberse difundido hasta Grecia a través de la península de Anatolia en la misma época en que se extendió la cultura neolítica. Por haber sido venerados en el territorio griego desde tiempos tan antiguos, estos dioses fueron asimilados por la religión de sus más recientes habitantes, los pueblos helénicos, quienes los habrían convertido así en progenitores de los demás dioses de Grecia.


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